Cuestión de gustos

¿Soy sincero conmigo mismo? Creo que mis libros son buenos, bastantes buenos, aunque sean mejorables. Sé que se pueden mejorar, de hecho estoy constantemente arreglando errores gramaticales y ortográficos, no es que sean muchos, pero si te confundes en un «ahí» con un «hay» y si dices «se calló» en vez de «se cayó», son faltas que hieren a la vista y pudiera ser que una hermosa historia no sea disfrutada por encontrar algunos errores de este tipo. Otra cosa es el estilo, que aunque sea difícil de corregir, sí puede ser esmerado y pulido. La coherencia, la cohesión, también puede tener sus baches, pero esto he comprobado que le pasa a todo dios.

Todo es mejorable, pero la historia es la historia, debe decir algo, debe transmitir algo, y esto, por muy buena que sea la historia, cada uno tiene un gusto y unas simpatías particulares. Lo que diferencia un buen escritor de uno malo es tan sutil y tan abstracto que diferenciarlos se hace imposible. Una convención general, en la que todos dicen que un autor es bueno, puede resultar chocante a otro que cree que es malo: yo puedo pensar que Cervantes es malo y que Vargas Llosa es pésimo, aunque no es el caso.

Mis libros, por ejemplo, han recibido críticas de todo tipo, desde que son alucinantes, maravillosos, hasta que son una porquería. Hay de todas las opiniones, ojalá fueran más, y todas son respetables, pues la malas me sirven para mejorar, para que herido en mi orgullo desee hacer algo mejor, y las buenas me animan a seguir trabajando, para seguir dando lo mejor de mí.

A la sazón de estos pensamientos me encontré en Internet un escrito: Sonados errores de críticos y editoriales que no olfatearon bestsellers.

En esa página dice cosas como que Cien años de soledad, un libro considerado como uno de los mejores de la historia, fue rechazado por la primera editorial, y que, por ejemplo, Harry Potter, una mina de oro para editorial y autora, fue rechazado 8 veces. La lista es más larga. Todo esto demuestra que no vieron con claridad, no sé si porque vieron algunos errores gramaticales o de estilo o de coherencias, o estaban de moda otras cosas, o simplemente no supieron ver el potencial de sus autores y de sus obras.

En fin, grande es el libro de los gustos y grande el gusto por los libros. Eso sí, siempre se puede mejorar y empeorar. Lo mejor es seguir cada cual su estilo, sus motivaciones, sus intenciones y no intentar ser comercial sino uno mismo, guste o no. Si gusta, pues nada, «palante», si no gusta, «palante» también.

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